XX

Una casa abandonada es una caja de música rota, un instrumento musical averiado, que desafina, enclavada en el mundo real. El silencio y el ruido organizan su propia banda sonora, ejecutan su partitura desconocida, al margen del espectador, que sólo puede escuchar cómo suenan las cosas, hacerlas sonar y resonar con su mera presencia, a modo de oyente en la sombra, receptor acoplado al espacio inerte. La escucha es un testimonio sonoro de lo inaudible, del sonido para nadie y para nada, canto en los limites del hombre, elegía material. Voz de lo que no tiene voz, lenguaje inarticulado.

XIX