VIII

El ruido y el silencio inherentes a la imagen y el sonido, el grano y la nitidez, la superposición de frecuencias y la ausencia de onda, no son realidades incompatibles, en mutua oposición, al contrario, se distribuyen en el espacio y el tiempo como gradientes complementarios, aspectos concomitantes de lo imperceptible, umbrales de audición y visión. El cuadro móvil audiovisual es disyuntivo por naturaleza, la matriz  de escisión también está escindida en facetas, tanto en su fundamento de doble plano, como en su manifestación de líneas sonoras y visibles. Es tan evidente que ni se ve ni se oye. Está aquí mismo. El silencio es la pantalla, o el altavoz, hacen ver y escuchar sin dejarse ver ni oír, invisibles e inaudibles, pedestal vacío, superficie metafísica de inscripción de la matriz, medio de suspensión y transmisión de  elementos dispares; el ruido de fondo es el foco caótico matricial, el proyector de dispersión, cañón de partículas que traza las trayectorias erráticas de lo sensible a través del delicado tamiz de la pantalla en blanco, visión sorda al oído y escucha ciega a la mirada.