IV

El círculo hermenéutico del sonido sigue los pasos del operador de cine mudo, repite su periplo, emula sus pasos, sólo alcanza el sonido a partir del silencio y el color desde el blanco y negro. El pintor también medita largamente la decisión, realiza múltiples ensayos y sólo cuando cree que está preparado, y el momento es propicio, da el salto en el vacío del esbozo de sombras a la tierra desconocida de los colores. Del mismo modo, el operador rhopográfico rehace el círculo a su manera y sólo conquista el sonido a partir de la ausencia de sonido, desde el grado cero. Ver sin oír es el paso preliminar para mirar y escuchar algo; aunque el círculo sólo estará completo, esto es, roto sin reparación posible, cuando se alcance a oír sin ver nada, para de nuevo volver al silencio absoluto, punto de partida del sonido y el silencio relativos. Todo el proceso se desarrolla bajo la intuición de una raíz desconocida común del campo de audición y el campo de visión, rayo latente o dormido, que al final acaba llegando a la superficie, combustión eterna del incendio del mundo. La zarza ardiendo desde las raíces transmite luz y sonido, el humo señala el lugar.